viernes, 21 de noviembre de 2008

Los avatares de Buda, Jesucristo y Mahona

LOS AVATARES DE BUDA, JESUCRISTO Y MAHOMA
Se entiende por avatar la encarnación terrenal de un Dios. Más estrictamente y teniendo en cuenta el origen sánscrito de la palabra, esta encarnación esta vinculada de modo esencial a un “descendimiento” en el sentido de que los dioses descienden de sus ámbitos celestiales a los terrenales para cumplir con alguna misión que ellos mismos se imponen o que les imponen dioses de categoría superior.
Dios Vishnú tiene atribuida por la religión hindú que lo venera, diez avatares. Aunque algunas interpretaciones elevan el número a más de veinte, siendo la más aceptada la de 10 descensos, de los cuales hasta la fecha se cumplieron nueve. Los tres últimos son los más conocidos en Occidente: Rama, Krishna y Buda. Es de hacer notar que los avatares de Vishnú en el Garuda Purana son los mencionados diez descensos, mientras que la lista de Bhagavata Purana contiene veintidós. Esta distinción tiene importancia porque en mayor número de avatares caben no sólo los descensos de los dioses sino también de los llamados avatares de personajes históricos, tocados por la divinidad para fundar religiones o llevar a cabo obras virtuosas en un mundo de hombres ruines en épocas concretas del devenir histórico. Buda, el Cristo y Mahoma, son tres personajes históricos que en la tradición hindú corresponderían a la categoría de iluminados y elegidos por la divinidad para transmitir mensajes sagrados.Igual interpretación se da en el Islam dado que para esta doctrina sagrada Moisés y Jesús al igual que Mahoma son iluminados por la divinidad sin alcanzar la categoría de dioses. En estos casos el descendimiento no es tal en términos cabales, salvo que se considere un descendimiento el de la iluminación divina en la medida que participa en la tarea del personaje histórico. En el sufismo se distingue con claridad la escritura de los iluminados por la divinidad (el Corán, los Evangelios, el Bhagavad Gita), y la Revelación a un iluminado por la intermediación de un ser celestial. Así, el arcángel Gabriel (Jibril en el Islam), reveló el libro sagrado a Mahoma, del mismo modo que el propio Jesús reveló su doctrina y el Espíritu Santo inspiró a los evangelistas para que redactaran lo que Jesús había revelado, ya que de los cuatro evangelistas canónicos, sólo Mateo y Juan conocieron y siguieron a Jesús. Así, pues, los dioses “revelan” y los iluminados “son inspirados”.

EL AVATAR DE BUDA
Comenzamos por Buda sin otra razón que por haber precedido históricamente a Jesús en unos 500 años. Para ubicarnos con precisión en el budismo es necesario recordar su contexto.Entre la enorme cantidad de religiones que se practican en el hinduismo, destacan tres de ellas, que son conocidas como Trimurti, que no es para nada el equivalente a la Trinidad cristiana. Este Trimurti es en realidad las tres formas de aparición de los dioses (Devas), que encierran en sí las mayores posibilidades de actividad divina, y son: Brahma, dios de la creación; Vishnú, dios de la conservación; Shiva, dios de la transformación porque destruye y reconstruye lo destruido. Aunque a todos los Devas se les atribuyen avatares, es los del dios Vishnú los que prevalecen por sobre toda otra divinidad hindú en orden a esta cuestión antropogónica. Sus avatares son los más conocidos y venerados por los hindúes. No se debe confundir lo hindú con lo indio. India es un país donde caben una gran cantidad de religiones, mientras que el hinduismo es el grupo inmenso de religiones que practican sólo los hindúes en su país, la India.Buda es el noveno avatar de Vishnú. No es un Dios; es un hombre incrustado en un momento concreto de la historia mas, es un hombre de características muy singulares y para nada corrientes. Como hombre, de él se puede decir que espiritualmente es un iluminado; por sus conocimientos, un sabio; por su vida, un santo y por la transmisión de su verdad, un maestro. Nació príncipe y como tal fue criado por su tía y su padre al morir su madre poco después del parto. Educado lejos del sufrimiento y rodeado de manifestaciones cotidianas de placer, poder y despreocupaciones, cuando entró en contacto con el sufrimiento de su pueblo y el verdadero rostro de la vida terrenal que su padre le privaba para mantenerlo impoluto, abandonó las comodidades de la vida palaciega e intentó varios caminos de redención personal por la entrega de su vida a la pobreza, humildad y hasta el hambre que le consumía las energías arrebatadas de su carne joven. Finalmente halló su destino y se entregó a la prédica y el ejemplo.En estos aspectos se puede decir que, salvo cuestiones de detalle, todos los iluminados de la historia del planeta han enseñado los mismos principios morales que se evidencian en un lugar común que consiste en hacer el bien y rechazar el mal. La cuestión radica en averiguar qué es el bien en cada una de las religiones lo que, bien visto, no parece ser algo que genere dificultad porque el bien desde un punto de vista absoluto no puede ser otra cosa que seguir sin condiciones las instrucciones que componen el desarrollo de la moral de cada religión, lo que jamás induce al daño o a la maldad. Dejando de lado los dogmas y los rituales, los principios morales constituyen lo esencial de cada religión.Se podría decir que la vida moral de Buda no difiere de la de Jesucristo, como tampoco el modo en el que se debe plantar cara a las tentaciones del Mal (llámese demonio o simplemente el Mal). Existe, sin embargo, una diferencia notoria entre lo predicado por Buda y por Jesús.Para Buda, el recto camino prepara al hombre a la experiencia de sucesivas reencarnaciones cada vez más elevadas, colmando la sed de Dios que ansía el alma humana retrayéndola para Sí. Una vida inclinada al mal, condena a su alma a una reencarnación de cualidades inferiores e incluso, en animales de gradación distinta según haya sido el modo de imperfección de esa vida. Así, no solamente se puede reencarnar en un hombre de cualidades menores (casta social inferior), sino en animales, llegando hasta la más humillante reencarnación: en un gusano, por ejemplo.Las almas puras, aquellas que luego de muchas reencarnaciones ya no pueden aspirar a más, logran acceder al Nirvana, un estado superior donde el alma pura o purificada por las sucesivas reencarnaciones, se aleja de toda agitación, que es lo que significa Nirvana. Sin ansias terrenales, sin ambiciones ni ataduras, el alma pura obtiene la fuerza natural para ascender a tales estados superiores que no es otra cosa que la fusión con el Absoluto. La base del budismo desde el punto de vista de la salvación consiste en una peregrinación del alma que transmigra de un cuerpo a otro después de cada muerte, hasta que llega un momento en que esa alma está ya en condiciones de acceder al Nirvana.La salvación del alma en el budismo se basa en la teoría de la reencarnación, que a diferencia de lo que se cree en Occidente, no está admitida por el hinduismo, salvo pequeños grupos religiosos que son considerados como heterodoxos y carecen del respaldo mayoritario del pueblo que profesa alguna de las religiones hindúes. Los expertos hinduistas así lo afirman con toda claridad. Ésta es una cuestión en la que no queremos insistir pues lo tenemos explicado en un estudio anterior “Lo que se va y lo que regresa después de la muerte” en Revista Hermética, nº 34, marzo de 2007. Allí recordamos las razones fundamentales por las que resulta intelectualmente un absurdo el sostener la teoría de la reencarnación porque lo que constituye el “atman” de cada ser humano, lo que se podría identificar con la expresión “la personalidad” de cada cual, es propia e intransferible de cada ser humano y por ello, del todo imposible que se introduzca después de la muerte de los componentes terrenales de otro cuerpo y otra psique, para que esa alma siga peregrinando de uno a otro ser. Si no hay dos seres humanos idénticos en la creación, ¿cómo se puede pensar que el alma de cada uno de tales entes pueda ocupar un sitio distinto de lo que fuera su existencia terrenal?Esta teoría, lo que viene a enseñar es que lo que cuenta no es la persona sino su componente intangible (el alma), que no le pertenece porque su destino es viajar de cuerpo en cuerpo hasta lograr las cualidades precisas para acceder al Nirvana. El ser humano, histórico y terrenal carece de toda importancia en el budismo, por constituir una herramienta de las almas que peregrinan constantemente en busca de su destino final y que hasta que acceden al Nirvana, a nadie pertenece en realidad.Tampoco es admisible la reencarnación porque supone que un ser informado como es el alma, tras la muerte asciende a estados superiores del Ser para luego descender al introducirse en otro cuerpo que acaba de nacer o en el preciso instante del nacimiento, que al fin de cuentas es lo mismo. En este sentido, lo espiritual en ascenso no puede descender. El movimiento es inverso: lo que está debajo puede ascender a un estado superior según las circunstancias mas, descender de lo superior a lo inferior es un absurdo que contraría las reglas de la sabiduría trascendental, salvo al caso de los avatares de los Devas (dioses). Y por ello mismo, la reencarnación en animales es un despropósito que violenta las normas racionales de la naturaleza. En fin, este es un asunto que ya está debidamente aclarado desde siempre por los expertos en hinduismo y no dedicaremos más tiempo en ello. Esto no quiere decir que al margen de las reprobaciones que el rigor del intelecto pueda hacer a esta teoría absurda de la reencarnación, no respetemos las creencias de quienes se afirman en ella para enderezar sus vidas y orientarlas por la senda del bien propio y el social basado en la caridad, la comprensión y la solidaridad. Lo que hicimos no llevaba otro propósito que dejar atrás algunos de los mitos occidentales de tradiciones orientales, creados a consecuencia de una deficiente información.Lo que debe saberse en Occidente es que el budismo es una más de las tantas religiones insertas en la noción de hinduismo y que curiosamente, tiene más seguidores en Occidente que en Oriente. Según parece, basa toda su atracción en el encantamiento que produce la teoría de la reencarnación. Es una religión nacida en Lumbini, una región de Nepal lindante con la India y actualmente practicada en la isla de Java, Tailandia, Laos y Camboya y grupúsculos en otros países asiáticos, con escasa propagación en la India.Se diferencia del cristianismo porque éste se sustenta en la resurrección que, según veremos más adelante, se fundamenta en principios para nada similares a la reencarnación.La otra diferencia viene dada por el destino final de las almas. El acceso al Nirvana es la fusión del alma humana con el Absoluto en la Eternidad, mientras que para los cristianos, morir en estado de gracia equivale a sobrevolar el infierno y el purgatorio para lograr una estancia provisional del alma en el cielo donde habita Dios-Padre, Dios-Hijo y Dios-Espíritu Santo, con la debida aclaración que tras la muerte, conforme al budismo, el alma humana que pasó por varios cuerpos humanos y desarrolló varias vidas, no recibe premio o castigo porque el premio o castigo lo recibe tras cada una de las muertes que padece esa alma, de suerte que una vez concluida la peregrinación, el ascenso al Nirvana como premio mayor no lo recibe el ser humano sino cada alma migratoria, sin ostentar ninguna clase de individualización, porque la personalidad de cada ser humano que contribuyó a la perfección de cada alma, no asciende al Absoluto. El ser individual, según ya lo apuntamos en líneas anteriores, no cuenta para el budismo, salvo para ser utilizado como instrumento del perfeccionamiento de las almas que buscan con afán su celestial destino final.En el cristianismo, es precisamente el alma quien obtiene premio o castigo y accede al Cielo con su personalidad que le es propia e intransferible, o al purgatorio o al infierno, según haya sido la manera de transitar por los espinosos caminos de la vida terrenal.

EL AVATAR DE JESUCRISTO
El nacimiento de Jesús en su condición de Hijo de Dios-Padre se produce a causa de una concepción de mujer virgen con la voluntad divina, similar al caso de Buda, cuya madre concibió de una divinidad, no obstante algunas versiones míticas que aseguran que concibió de un elefante blanco con seis colmillos lo que, sin duda, se trata de un simbolismo que los intérpretes exotéricos, otorgando a cada palabra de un texto sagrado un único significado semántico, obvian la interpretación esotérica que rastrea la verdad en las profundidades del símbolo. En cualquier caso, ante episodios al margen de las leyes de la naturaleza sólo cabe, en principio, optar entre la evidencia de milagros en tanto que hechos extraordinarios o la presencia de mensajes sagrados que deben ser desvelados haciendo un buen uso del método más adecuado para descifrar el mensaje simbólico del texto.El descendimiento de Jesús es para la concepción hindú un avatar de grado segundo; es decir, la de un iluminado. Para el cristianismo, obviamente, de lo que se trata es de un descendimiento de primer grado o sea, la de un Dios. Ello lleva la consecuencia de que Buda, una vez que a los ochenta años muere, debe ser enterrado como todo mortal, mientras que Jesús, siguiendo con la tradición bíblica del pueblo judío, una vez muerto es depositado en una cueva cerrada para que descienda a los infiernos y al tercer día resucite de entre los muertos según el judaísmo, creencia que adopta para sí la doctrina cristiana, según constaba en el Credo, antes de ser modificado. En el judaísmo, en el estado póstumo se abandona para siempre el mundo de los vivos y el espíritu se deja llevar por el barquero que rema sobre las aguas procelosas de la muerte hacia su destino final.La resurrección de Jesús constituye una sustancial renovación de los dogmas hebreos ya que posibilita al final de los tiempos que el alma inmortal que aguarda en el infierno, en el purgatorio o en el cielo, afronte el juicio final tras el que recuperará su cuerpo uniendo todos los componentes del ser humano que un día fue un ente terrenal. Esta promesa que se hizo realidad en Jesús y poco tiempo después a los ojos de sus discípulos, es la ilusión que siembra el cristianismo en todos sus feligreses, quienes mantienen la fe en una muerte que no acaba con todo sino que abre las puertas a una esperanza de vida eterna en el Paraíso; esa Jerusalén Celeste, prometida en los textos sagrados y de la que hablaba el profeta Ezequiel para los judíos, y el evangelista Juan para los cristianos. No es éste el momento apropiado para explicar el significado de la resurrección de Jesús en cuerpo y alma o, dicho de otro modo, el significado de ese simbolismo que es en realidad más esplendoroso que lo que explican las palabras descarnadas del texto sagrado. Pues, habría que preguntar: ¿por qué razón Jesús resucita y asciende a los cielos en cuerpo y alma, cuando a los mortales se les asegura que esa comunión de todos los componentes de una persona se llevará a cabo el día del juicio final? Tal vez consista esa respuesta en lo auténticamente esencial del dogma cristiano.La resurrección es una teoría que ofrece menos resistencia al entendimiento recto que la reencarnación, porque mantiene sin reservas la identidad de cada ser humano a través de la perdurabilidad del alma que espera la resurrección del que fue su cuerpo. Porque lo que resucita no es el alma que es inmortal y por lo tanto indestructible, sino que es el cuerpo corrompible el que es premiado con la resurrección a la hora del advenimiento del Paráclito. A diferencia de la reencarnación, la resurrección se aleja del absurdo de un alma peregrina que retorna desde los estados superiores del ser a los estados inferiores, con la misión cosmogónica de completar su perfeccionamiento que la conduzca rectamente al Nirvarna.Otro aspecto a destacar es que la resurrección no rebaja las cualidades del alma haciéndola retornar de los estados superiores a los inferiores del ser, porque es una entidad espiritual que se mantiene aquietada en la indiferenciación, a la espera de ese juicio final que la situará definitivamente en su destino eterno que es el Paraíso para las que merecen premio o la condenación eterna para las almas depravadas. No hay, pues, contradicción alguna en las notas esenciales de la teoría de la resurrección, desde el punto de vista de las exigencias metafísicas.Finalmente, la misión de Buda no fue la de salvar almas, porque en el budismo esa es una tarea propiamente personal; de ahí que la tarea del Buda Gautama (en sánscrito) o Gotama (en pali), fue y sigue siendo la de encender en las almas de los hombres la necesidad de buscar por medio de la meditación una aproximación al Absoluto, dando consejos e instrucciones de cómo hacerlo. Cada cual ha de tratar, dentro de sus posibilidades espirituales y devoción, el logro del dominio de la filosofía del despertar, que es la consecución en plena vida, de la fusión del alma con el Absoluto para ser Uno con Él. Logrado este propósito, ese ser humano recorre a su muerte el sendero del humo hacia los ámbitos celestiales, penetrando al Nirvana, carente su alma de agitaciones y deseos mundanales. La misión de Jesucristo fue otra muy distinta, pues consistió en redimir a los pecadores predicando una moral que les posibilite entrar al reino de los cielos. Sólo un Dios puede tanto, lo que a Buda le estaba vedado por su sola condición de iluminado.A fin de cuentas, ambas religiones tienen en común ese estado de fusión del alma de los mortales con el Absoluto o Dios. En la metafísica hindú no es extraño hallar esta aseveración. Tampoco en el cristianismo, aunque en menor medida. San Pablo, verdadero creador de la doctrina sagrada llamada cristianismo, explica en Corintios I, 6, 17 que quien está unido con el Señor, es con Él un mismo espíritu.Debemos aclarar que la metafísica hindú, que impregna a todas las religiones del hinduismo incluyendo a la heterodoxia budista, está asentada en el movimiento cíclico de los tiempos históricos, lo que no cabe en una doctrina como el cristianismo (tampoco en el judaísmo y el islamismo) que al basar la salvación de las almas en la redención y someterlas a un juicio final, el tiempo histórico ha de tener un principio (la creación) y una conclusión (el juicio final) con el advenimiento del Paráclito, de lo que resulta que en estas doctrinas sagradas el tiempo histórico no es cíclico sino lineal.

EL AVATAR DE MAHOMA
El profeta Mahoma fue un iluminado por la divinidad para recibir por mediación del arcángel Jabril la palabra sagrada recogida en un solo texto con el nombre de Corán. Su misión, no obstante, no concluyó con este importante episodio pues para consolidar la fe islámica fue preciso combatir con la palabra y la cimitarra contra los infieles.A propósito de ello, conviene recordar algo que los que están fuera del Islam e incluso algunos islamistas por necesidades políticas suelen encubrir y es que el Profeta dijo un día al regresar de un batalla contra los infieles: “Volvemos de la pequeña Guerra Santa a la Gran Guerra Santa”. Y cuando le preguntaron cuál es la Gran Guerra Santa, respondió: “La guerra contra el alma”. La guerra contra los infieles no es más que episodios bélicos necesarios, cubiertos de virtud por la condición previa de ser provocados por el infiel; sólo en ese caso debe el musulmán responder a la violencia con violencia, y como es una cuestión de hecho, son los imanes, ayatolahs y mulás quienes están encargados de determinar cuándo se ha producido una provocación, lo que convierte a la explicación del Profeta en una serie constante de confusiones. Lo que resulta inalterable es que la Jihad islámica es pequeña si se trata de combatir al infiel, y es la Gran Jihad cuando se combate el alma, es decir, la guerra interna que se produce en el alma de todo musulmán combatiendo contra los elementos no musulmanes que pueden aparecer en su corazón turbando las esencias de la sumisión a Allah.También es debido a Mahoma el consagrar de modo incontrastable la cabeza del Islam en la persona de Ismael, primogénito del Patriarca Abraham y su esclava egipia de nombre Agar. Nacido trece años más tarde el hijo legítimo de Abraham y Sarah, a quien llamaron Isaac, a instancias de Sarah que temía por el futuro de su hijo y la sucesión, logró que Abraham desterrara a Agar y a su hijo Ismael, quienes vagaron por el desierto siendo finalmente asistidos por la gracia de Dios, quien prometió a Ismael lo mismo que a Isaac; esto es, que su simiente se propagaría tanto como los granos de arena del desierto, forjando una gran nación (Génesis, 21, 8-21). Isaac es por lo tanto, la fuente del judaísmo, mientras que Ismael lo es del islamismo. Lo que no podrán esconder jamás es que los unos y los otros son miembros de una misma raza, la semita y sus rasgos en líneas generales son semejantes: piel oscura sensiblemente aceitunada, ojos oscuros y vivaces, pelo ensortijado y renegrido, no muy altos y circuncidados, dado que Ismael fue bautizado con los cánones judíos a los trece años, cuando se forjó la nueva alianza entre el pueblo judío en la persona de Abraham, y El Innombrable.Mahoma como Profeta que fue, murió como mueren todos los seres terrenales y fue enterrado, no sin antes dejar descendencia, que terminó encarada contra sí misma al punto de producir un cisma insoluble dando paso a dos grades corrientes: la de los suníes (dominada por las jerarquías sacerdotales) y la de los chiíes, seguidores de Alí, el yerno de Mahoma. Como es de rigor, con el tiempo surgieron divisiones y subdivisiones, aunque ninguna tan importante como las dos primeras.El avatar de Mahoma ha servido para reunir en su seno a una inmensa mayoría de desprotegidos de la Tierra. Con excepción de sus líderes religiosos y políticos que se adueñaron de las materias primas de la tierra que pisan, el pueblo auténticamente musulmán sigue sumido en la pobreza y con un fervor religioso cada día mayor.Tiene el Islam el privilegio de ser la religión basada en la última Revelación divina a través de Jabril, el intérprete del pensamiento de Allah, quien tradujo la Revelación al “lenguaje de los pájaros”, llamado también “lenguaje celestial”. Así surgió el Corán, libro sagrado donde los haya, que habiendo sido revelado después de la Torah judía y el Evangelio cristiano (los cuatro son en realidad uno solo), se ha servido de esas dos revelaciones anteriores para unificar la palabra de Dios Uno, en el contexto de una Única Sabiduría, lo que el libro sagrado del Islam lo explica con bellísimas palabras: “Hemos dado a cada cual una ley y una norma. Si Dios hubiese querido habría hecho de vosotros una sola comunidad. Pero, ha querido probaros con el don que os ha hecho. Intentad superaros unos a otros en buenas acciones. Para todos el retorno será hacia Dios. Él os aclarará entonces, la causa de vuestras divergencias” (Corán V, .El Islam como el cristianismo se afirman en la resurrección; unos hablan de los jardines de Allah y otros del Paraíso celestial (la Jerusalén Celeste). Como quiera que se trata prácticamente de lo mismo, se apartan de la tradición hindú rechazando toda idea de colectivismo para consagrar la fuerza cosmogónica de cada ente superior de la creación; esto es, el hombre, en el que el alma es un leve rostro de la Eternidad, que se evidencia con el dogma de la reunión de lo terrenal con lo celestial, de lo histórico con lo inmortal y, en palabras académicas, de lo físico con lo metafísico.El arcángel Jabril le dicta a Mahoma el Corán, y puede recibir estas palabras porque es un iluminado que conoce el lenguaje de los pájaros. Debe luchar contra los infieles en defensa de esta doctrina sagrada. Jesucristo revela con su voz su doctrina, y es puesta a conocimiento de toda la gente mediante los inspirados evangelistas. Jesús no libra batalla como Mahoma; su “batalla” es desafiar a Roma y al Sanedrín para terminar crucificado. Buda, muy al estilo hindú, pregona el bien y enseña como iluminado que es, la doctrina íntima del despertar, para salvación de las almas reencarnables.

6 comentarios:

Anónimo dijo...

Estos personajes han sido el traje q nos han mostrado un camino y un metodo de vida, pienso que cada parte de nosotros deberia profundisar en cada biografia para darser cuenta de sus verdadera historia de su verdadero sentido, de su ser mismo, asi como estos seres lo lograron y simplemente vivieron la entrega a lo que son.

Esta humanidad debe concientisarce rapidamente si no la evolucion los volvera parte de la historia siendo un pasaje mas de un escrito, libro o conocimiento.

Fantastica tu pagina, veo que gracias a ti muchas personas ya estan en ese rumbo te felicito ser de entrega, se nota que eres una manifestacion de divina, mis bendicones a todos los lectores

Tu Mundo Espiritual dijo...

holaaa estaba viendo blogs y di contigo interesante tu blog un besoteeee

Anónimo dijo...

Pues que Buda y Jesús puedan ser Avatares, es posible y hasta lógico, pero que el vividor de viudas y atizador de conquistas sangrientas, Mahoma, creador de una "religión" demoníaca, se le considere con este nombre, parece una broma.

Anónimo dijo...

¿Dónde queda Quetzalcóatl????

Anónimo dijo...

Ya estamos juzgando? No juzgues y no serás juzgado.

Unknown dijo...

Que interesante, e dedicado mucho tiempi al estudio de varias religiones, aunque no las practico, lo hago para entender mejor la naturaleza humana y como cada persona lidia con la idea de morir algun dia y eso se respeta. Les deseo salud y sabiduria.